
LA POST VERDAD

El término posverdad fue acuñado recientemente debido a su alta frecuencia de
aparición en los medios de comunicación. Su emergencia surge de la denuncia
periodística ante los bulos, las noticias falsas, y a veces incluso las mentiras, en
defensa de la veracidad informativa.

El practicante de la posverdad juega con un esquema más peligroso: mezcla la manipulación de los hechos y la explotación de la relatividad nietzscheana con la tendencia natural del público a apoyar ciegamente mensajes no relacionados. El éxito de las políticas de la posverdad es en gran parte fruto de la negativa colectiva y social a dejarse guiar por los hechos y no por las emociones: la generalización de este tipo de contenidos informativos hace que, en el proceso creativo actual, la formación del receptor sea decisiva, no sólo por un cierto modo de estructurar y ordenar la realidad, pero también y sobre todo por los criterios de selección de las fuentes de la realidad : una mejora cualitativa en la forma en que los ciudadanos participan en la comunicación, ahora que tienen la capacidad cuantitativa de actuar y reaccionar ante ella a nivel global.

Se ha hablado mucho de Orwell. Pero el ejemplo en el que se suele pensar (1984) no es muy adecuado. Es una alegoría de un Estado totalitario. Allí lo que vemos es un lugar donde la información -o la desinformación- está canalizada. Un solo poder controla el flujo. Altera el pasado según los intereses del presente. Ahora lo que vemos es un ecosistema donde la información llega de muchos lados: la información rigurosa y la mentira conviven como en un lago donde llega agua de distintos lugares. El objetivo y el resultado es enfangar, dificultar las diferencias, introducir una especie de visión cínica. (Los textos de Orwell sobre el lenguaje y la política, o sobre la visión de la guerra civil española pueden ser más útiles.)
